El 18 de febrero de 1898 nacía en Modena, en la región italiana de Emilia Romagna, Enzo Anselmo Ferrari, fundador de la que a la postre sería la marca de automóviles y escudería de competición más valorada de la historia. Y aunque realmente nacía el 18 de febrero, no fue registrado hasta el día 20, dos días después, por lo que y según sus deseos expresos, no fue anunciado su fallecimiento, acontecido el 14 de agosto de 1988, hasta dos días después, el día 16 del mismo mes. Según el para recuperar los dos días que había perdido con la anécdota de su registro de nacimiento.
Esta anécdota define a la perfección el carácter de una persona que inequívocamente marcó una época, y de la que como en muy pocas ocasiones en la historia, se puede decir sin tapujos que cambió el mundo. Al menos la parte del mundo que le rodeaba y de manera completamente casual e involuntaria, la vida de muchos, incluido el redactor que aquí firma.Enzo, del que mucho se habló en vida, continúa presente entre nosotros. Y no nos referimos a que veamos su reflejo en las líneas de los modelos de su marca, los monoplazas de la Scuderia o los rostros que aun portan el cavallino rampante en su ropa de trabajo. No, Enzo Ferrari sigue aquí porque la huella que dejó es mucho más profunda que un simple emblema sobre el panel de un vehículo. Mucho más longeva que las estadísticas del palmarés del equipo, o las mil historias y anécdotas de tiempos pasados.
Ningún otro personaje del mundo del motor logró alcanzar tanto protagonismo y acumular tanto temor reverencial y animadversión hacia su persona. Sus propios colaboradores los definían como un auténtico inspirador de almas, como un acicate para todo aquel que tuviera la suerte o la desgracia de trabajar ya fuera con el o contra su equipo. Su particular visión y comportamiento nos regaló docenas de anécdotas únicas, que décadas después se siguen contando como si Enzo no llevara fuera de este mundo casi treinta años.
Anécdotas que no vamos a contar aquí, ya que están disponibles para todo aquel que las desee buscar en la red, si acaso no tiene la oportunidad de tomar algún libro de la época. Por lo que no vamos a enumerar las docenas de historias ya casi convertidas en leyenda del motor, y por el contrario preferimos definir bajo nuestra propia perspectiva la verdadera importancia del personaje histórico.
En la escueta parrilla televisiva de los años ochenta en nuestro país, el postergado anuncio del fallecimiento de Enzo Ferrari era noticia de portada, al contrario que la mayoría de fundadores de marcas, la desaparición de Enzo fue debidamente anunciada en noticiaros y resto de programas de actualidad. Así mismo, años antes de que internet fuera la fuente universal del conocimiento y la comunicación, existían unas publicaciones denominadas enciclopedias, que albergaban toda la sabiduría de la humanidad. Podíamos buscar a Colin Chapman o a Ferruccio Lamborghini, pero el único fundador de una marca de deportivos que podías encontrar en una enciclopedia editada en España no era otro que el mismísimo Enzo Ferrari.
Estos simples y más que probablemente nimios detalles ejemplifican el verdadero peso del personaje, que incluso sin salir de su despacho en el que se recluía voluntariamente desde la muerte de su hijo Alfredo, tenía enorme poder e influencia en muy diversos rincones del planeta. Desde los circuitos de medio mundo hasta las oficinas de la por aquel entonces Federación Internacional de Automovilismo, la FIA y la ya desaparecida FISA, donde se granjeo no pocos enemigos durante décadas.
Su desaparición nos dejó huérfanos a toda una generación de aficionados al motor, los que tuvimos la suerte de poder compartir apenas unos años de existencia con el genio italiano. Que fue capaz de hacer temblar los cimientos y el orgullo de no pocos ricos y poderosos.
Ciao, Enzo!.
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