Realizado bajo petición expresa del propio Commendatore, Enzo Ferrari, el F40 debías ser simple y llanamente el mejor, sin contemplaciones, demostrando así de lo que era capaz la marca italiana en términos de tecnología aplicada a un deportivo de calle.
Es por tanto que si bien no fue diseñado como un modelo de competición, sí es cierto que mucha de la tecnología y soluciones aplicadas al modelo derivaban directamente de la experiencia en competición de Ferrari en sus cuatro décadas de historia.
Decir que lo lograron es apenas un eufemismo, ya que la llegada del Ferrari F40 supuso una auténtica revolución al entonces incipiente segmento de superdeportivos, de hecho, tal nicho del mercado apenas estaba ocupado por otros modelos de menor calado, como el propio Ferrari Testarossa, un GT más que un deportivo puro, el Lamborghini Countach, muy espectacular tanto en sus cifras como su imagen pero inferior al F40 y el Porsche 959, que había nacido con un pliego de condiciones similar al del F40, demostrar la capacidad tecnológica de la firma de Stuttgart.
La fiebre que desató entre los compradores fue tal que mientras se mantuvo a la venta, el precio de las unidades de segunda mano multiplicó por cinco su valor, de unos 40.000.000 de pesetas de la época, (al cambio actual sin inflación 240.000 euros) se llegaron a pagar hasta 200 millones.
Esto sentó las bases para que los actuales modelos especiales de la marca salgan con una estricta tirada solo disponible para unos pocos, aunque lo cierto es que los precios actuales del F40 ya superan el millón de dólares.
Técnica
No fue dibujado ni para ser bonito ni para llamar la atención, de hecho, su cuerpo pertenece mayormente a un modelo poco conocido de la marca, el Ferrari 288 GTO Evoluzione, la versión del GTO de 1984 que sirvió como laboratorio de pruebas y que no llegó a competir jamás.
En su creación se empleó todo el know-how de Maranello, partiendo del tradicional bastidor multitubular de acero, pero por primera vez empleando como refuerzos en materiales compuestos, además de realizar diversos paneles de su carrocería en estos materiales, como pudimos ver en nuestro reportaje de la restauración de un ejemplar del F40 en nuestro país.
Contaba con la base mecánica desarrollada en el 288 GTO Evoluzione, un V8 central longitudinal alimentado por dos turbos japoneses IHI, lo que le confería una potencia de 478 CV, un poco por encima de los 450 del 959 o los 455 del Countach de la época, pero más que suficientes para que en combinación con los apenas 1.100 kilos de peso del modelo lo impulsaran hasta los 324 km/h, el récord de la época, no superado hasta la llegada de la nueva hornada de hiperdeportivos de la década de los noventa.
La espectacular silueta que le confiere el alerón trasero es simplemente un icono del mundo del motor, empleada e imitada docenas de veces, y que pasados ya más de 30 años, sigue siendo plenamente vigente.
Contemplarlo en persona sorprende por su contenido tamaño, las imágenes del modelo, algunas de ellas repetidas hasta la saciedad en la prensa, no permiten hacer una idea de su verdadero tamaño. Es muy bajo, ancho y corto, de hecho es el menor en tamaño de toda la familia de deportivos que nació para sustituirle, los F50, Enzo y LaFerrari.
Y su leyenda y su legado continuarán durante unas décadas más, ya que hasta el día de hoy no ha vuelto a nacer un solo modelo, ni siquiera en la propia Ferrari, que sea capaz de igualar los logros obtenidos en su día por el F40.
Imágenes: EF
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