En los anteriores artículos resumimos la historia del modelo, así como observamos todos aquellos detalles que nos deparaba el Maserati Bora en un análisis más profundo. Un modelo que merece un lugar de honor dentro de la historia de la marca, ya que supuso la primera y última vez en décadas, que la marca presentó un modelo realmente novedoso y acorde a su competencia.
Hasta la llegada del Grupo Fiat, Maserati languideció en los mercados con productos muchas veces desfasados y normalmente faltos de la ingeniería, diseño y fiabilidad suficientes. Pero con el Bora no fue así.
El Bora fue un proyecto nacido desde cero, y su diseño exterior fue encomendado al entonces joven Giorgetto Giugiaro, que ya había arrancado su andadura en solitario en su propio estudio de diseño, ItalDesign.
El resultado del lápiz del italiano no pudo ser más satisfactorio, el Bora disfrutaba de la por entonces corriente de moda, las líneas en cuña muy marcada del 'wedge design', nacidas precisamente del prototipo de Maserati, el Boomerang. Este último vendido recientemente por varios millones de euros en subasta.
El Maserati Bora es uno de esos clásicos completamente atemporales, debido sobre todo a las magistrales líneas del italiano. Tremendamente afilado, como nunca más se podrá volver a hacer un automóvil de serie, el Bora rezuma deportividad y agresividad desde todos sus ángulos, inclusive con el modelo parado.
Todas las líneas del modelo cortan sabiamente la fluidez de su carrocería pero sin resultar recargado, al contrario que modelos de la época, como los icónicos Lamborghini Miura o el Ferrari 365 GTB/4 'Daytona', que disfrutan de unas líneas y proporciones más clásicas que las del Maserati.
Estructuralmente, el modelo toma como base el núcleo central del habitáculo, ya que el tercio posterior se corresponde con el inmenso capó trasero de tipo monobloque. De gran tamaño y peso, como vimos en el anterior artículo este se encuentra completamente acristalado, lo que contribuye al moderno aspecto del Bora.
Frontal
Su parte más característica y personal es sin ninguna duda el afilado morro. En el que destacan las ya desaparecidas luces delanteras de tipo retráctil, accionadas también por el circuito hidráulico proveniente de Citroën, la propietaria de Maserati en aquel momento.
Tras el afilado y escueto morro, encontramos un habitáculo muy capaz y acogedor, para nada agobiante, a pesar de tener a pocos centímetros el V8 de 4.7 litros rugiendo. Y tras el núcleo central que conforma el habitáculo, encontramos el vano motor, cuyo capó conforma casi un tercio de la carrocería del modelo.
La presencia del Bora es magnífica, al contrario que modelos como el Daytona mencionado, el Maserati no resulta pequeño al verlo en persona. Sí que resulta extremadamente bajo, y bastante ancho para ser de principios de la década de los setenta. En definitiva, toda una joya clásica, visualmente muy deportivo, como nunca más podrá hacerse un automóvil de esta especie.
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