Ante las seguras y graves consecuencias que traerá para el Grupo Volkswagen el software oculto en los motores 2.0 TDI comercializados en los Estados Unidos, y descubierto recientemente por la EPA y el CARB, tras una investigación de la Universidad de Virginia, ya el sábado denominábamos la entonces recién desvelada polémica como Dieselgate.
Pero habida cuenta de la enormidad de los efectos, directos y colaterales, que tendrá en la economía del Grupo alemán, ya muchos medios han coincidido en nombrar de la misma manera estos días la difícil situación que atraviesa Volkswagen, tanto específicamente en los Estados Unidos como a nivel global.
Ya que tras admitir la existencia del dispositivo a la EPA, el Grupo ya ha dado la orden a sus concesionarios de no comercializar ni una sola unidad más en dicho mercado. Las cuales de todas maneras ya habían sido prohibidas por la propia EPA, habida cuenta de que no cumplen con las regulaciones vigentes sobre emisiones en dicho país.
Aunque lo peor en teoría está por llegar, ya que a la multa de hasta 18.000 millones de dólares que se enfrentan, por los 482.000 ejemplares vendidos con el dispositivo oculto, falta por conocer el futuro que le espera a esas unidades. Ya que aún se desconoce si realmente deberán ser llamados a revisión para subsanar el problema y las posibles consecuencias económicas, no solo por la propia llamada a revisión, sino por la respuesta del cerca de medio millón de propietarios que no recibirán de buen grado ni la noticia de haber recibido un modelo con especificaciones distintas a las ofertadas ni que les cambien ahora dichas características.
Lunes negro
Tras las declaraciones de Martin Winterkorn, cabeza visible del Grupo Volkswagen, pidiendo disculpas por haber traicionado la confianza de los usuarios, los valores bursátiles han dado el primer varapalo económico a la compañía germana, al caer espectacularmente la cotización de las acciones del Grupo en bolsa. Perdiendo de golpe más de 17.000 millones de dólares, lo que deja en una más que compleja situación a la corporación.
Las consecuencias a partir de este punto pueden llegar a ser impredecibles, ya que como toda gran multinacional, Volkswagen Group ha de cuidar la cotización de esos valores, y ya no solo por responsabilidad ante sus inversores, sino por la pérdida de imagen y confianza ante los futuros clientes y estructura de financiación, pudiendo hacer que se detengan numerosos proyectos e inversiones a nivel global, no solo en los Estados Unidos.
Proyectos como la futura transmisión de diez velocidades, que curiosamente hoy era anunciado oficialmente como congelado, debido al disparo en los costos de desarrollo. Aunque también será de esperar numerosas reestructuraciones, así como pérdidas de empleos, el primero que se rumorea es precisamente el del propio Martin Winterkorn.
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