Doce ediciones a sus espaldas. Una victoria, cinco podios, ocho top 5, ningún abandono... Estos datos son representativos de la regularidad y fiabilidad de Giniel De Villiers en el Rally Dakar. Este año partía con el tercer coche en discordia. El Toyota no llega al nivel de los Mini o de los Peugeot, como se ha demostrado, y es ahí donde entra el factor humano. Piloto y copiloto gozan de la experiencia necesaria para alzarse con el trono del Dakar, aún sin ser los más rápidos, aún sin tener el mejor coche. Así lo hicieron en 2009, y ganaron.
Siempre aprovechando el fallo, bueno en realidad no aprovechando los errores de los demás, sino su acierto y su precisión. Otra cosa no pero el Hilux es un coche fiable, apenas da problemas. Y De Villiers es uno de esos pilotos que mejor cuida la mecánica y que menos accidentes o toques tiene. Como decíamos, ningún abandono figura en su extenso palmarés. Su copiloto, Dirk Von Zitzewitz, solo ha tenido que dejar la carrera en una ocasión y eso que ha participado en dos ediciones en la categoría de motos y doce en coches.Aprovechar las circunstancias
Pero centrándonos en la presente edición, se ha juntado todo. A los problemas rivales, con abandonos o pérdidas de tiempo, se ha unido la regularidad de la pareja sudafricana-germana. Arrancó bien, superando a los Mini y aprovechando su motor Lexus V8 de 387 CV. Se instaló tras los Peugeot hasta que llegó la primera etapa maratón, donde decidió conservar la mecánica. Sabía que su oportunidad residía en la segunda semana, en la arena, en las dunas, en el desierto, escaso en esta edición. Pero había que llegar hasta ahí con el mínimo desgaste posible.
Por tanto, afrontó la etapa maratón y las jornadas en Bolivia con tranquilidad. Llegó a la jornada de descanso en sexta posición, a más de media hora de Loeb. Pero él sabía que los Peugeot, de no fallar, eran inalcanzables. Así pues inició su pugna por el podio. Y ahí entró en juego su regularidad y la eliminación. Loeb y Sainz cayeron, el uno por inexperiencia, el otro por mecánica. Solo quedaba un sorprendente Hirvonen que aguantaba en su debut.
Tuvo problemas en las primeras dunas pero solventó las dos etapas más duras, en Belén y Fiambalá, asegurando su posición y aprovechando las desgracias ajenas. Se acercó Hirvonen en las etapas finales pero, al final, la jugada le volvió a salir bien a De Villiers. La baza de la regularidad, de la confianza, de la fiabilidad le había vuelto a salir bien. Otra vez tercero. Una posición que ya consiguió en su debut con Toyota.
¿Fiel a la fiabilidad?
Ahora habrá que ver cómo se plantea el futuro. Está claro que la carrea evoluciona hacia los buggys, hacia los dos ruedas motrices, y se aleja de los 4x4. El Dakar 2016 ha sido solo un aperitivo de lo que parece esperarnos en el futuro. Giniel es un tipo con iniciativa. No obstante, cuando finalizó la aventura de Volkswagen en la carrera más dura del mundo del motor, el sudafricano optó por crear su propio equipo, una estructura en la que pudiera crecer por su cuenta.
Toyota le dio la opción con una robusta pick-up, menos rápida y potente que sus rivales, con los Mini, los Hummer o los SMG, pero fiable y muy regular en cuanto a mécanica. Un seguro de vida, tanto en coche como pilotos. Pero ahora el Dakar evoluciona hacia otra cosa. Aunque la fiabilidad y la regularidad le han dado ya varios podios, incluso una victoria en 2009, la carrera va a toda velocidad, se decidirá por potencia, por ser el más rápido sobre la arena aunque la navegación siga influyendo, y mucho. El Dakar cambia, ¿lo hará Giniel?
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