Para los que al igual que yo seáis demasiado jóvenes como para haber vivido a leyendas del motociclismo como Kevin Schwantz o Wayne Rainey, y simplemente tengáis vagos recuerdos de las últimas temporadas de Mick Doohan, el nombre de Kato será aun más especial.
La de Daijiro fue, probablemente, la mayor pérdida que ha tenido el Mundial de Motociclismo en los últimos años. El joven japonés nos dejó al comienzo de la temporada 2003, la primera en la que contaba con una posibilidad real de lograr su gran sueño, ser Campeón del Mundo de la categoría reina, MotoGP.
El ídolo que Japón estaba esperando
Sí, lograr el título de Campeón es el sueño de todos los pilotos de la parrilla, pero a diferencia de ellos, Kato tenía todo lo necesario para serlo. Y es que para mi, el japonés fue el único piloto con un talento suficiente para medirse de tú a tú con Valentino Rossi y salir victorioso.
En Honda lo sabían, sabían que por fin tenían en sus manos eso que tanto habían buscado a lo largo de los años, tenían un piloto japonés con un talento que nada tenía que envidiar al resto de pilotos de la parrilla.
Recuerdo muy bien ese inicio de temporada, por aquel entonces yo era un fan de Max Biaggi, al que no le apetecía ver un año más que su piloto se quedaba a las puertas del título por culpa del invencible Valentino. Pero sobre todo, de ese inicio de temporada recuerdo la sensación de que por primera vez el enemigo no solo sería Valentino. Recuerdo como en los meses previos al inicio del campeonato, la sensación que tenía era que ese joven japonés que había arrasado un par de años antes en el campeonato de 250cc sería el elegido para lograr lo que mi querido Max no logró nunca, ganar un campeonato del mundo al gran Valentino Rossi.
Daijiro nos dejó muy pronto, y aunque ya han pasado nueve años, muchos seguimos recordando a aquel japonés sonriente, con un talento que seguramente le hubiese permitido marcar un antes y un después en la historia del motociclismo. Por eso, Daijiro, allí donde estés, espero que sepas que no te hemos olvidado, y nunca lo haremos.
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