En la película de animación El Rey León, Simba le pregunta a su padre si puede ir al cementerio de elefantes. Mufasa se lo prohíbe, aunque el pequeño león visita ese cementerio plagado de esqueletos de animales enormes. Algo parecido se puede hacer en Carolina del Norte.
Dale Earnhardt Jr. posee una basta extensión de terrenos al norte del estado NASCAR por excelencia. Varios trazados de dirt track, un saloon estilo al lejano oeste, la residencia del propio piloto y uno de los cementerios de automóviles que más pasiones levantaría entre los fans acérrimos de la competición con Stock-Cars más famosa del mundo.
Eso de ir paseando en medio de la naturaleza y encontrarte con un Chevrolet Montecarlo SS, un Ford Mustang o un chasis Dallara siempre es curioso. Y más tras las medidas que ha tomado el propio Earnhardt para evitar que se dañe el ecosistema: se han extraído todos los complementos y sólo queda el chasis y la carrocería dañada. Nada de motores con líquidos internos, neumáticos o plástico. ¿Quien decía que el motorsport contaminaba?
Una historia en cada coche
De entre las anécdotas que guardan los coches fallecidos, destacamos una que impactó - nunca mejor dicho - a la audiencia de todo el mundo. Hará casi dos años, en la Daytona 500 de 2012, Juan Pablo Montoya tuvo un percance ardiente. Chocó contra el jet-dryer que limpiaba la pista, estallando en llamas por el queroseno que usan estos limpiadores. El coche quedó para el arrastre, a parte de sacar una bandera roja que duraría más de una hora.
Otra anécdota curiosa que se puede sacar de los restos de los vehículos, es la vinculación que tiene el actual campeón Brad Keselowski al #88 que lleva en la actualidad Dale Earnhardt Jr. en la Sprint Cup. Brad corrió en su tiempo para James Finch, y fue llamado por el propio Dale Earnhardt Jr. en 2007 para que corriera en la entonces llamada Busch Series, lo que sería la actual Nationwide.
Por último, hemos mencionado que hay un chasis Dallara. Sí, está también uno de los chasis de Will Power, piloto de la IndyCar. Y sobre NASCAR, el tiempo que abarca el cementerio va desde la antigua Winston Cup, pasando por la Nextel Cup y llegando a la actual Sprint Cup con modelos de Johnson, McMurray o el ya mencionado Chevrolet Impala SS de Montoya.
Una delicia para los amantes de la NASCAR. Gusta verlos en pista, rugiendo. Pero aquí están tapados con un manto de hojas, colgando de los árboles o encajonados entre balas de paja. Una segunda vida, más salvaje y natural es lo que intenta darles Dale Earnhardt Jr. Y ojo, como decía Mufasa sobre aquel cementerio de elefantes, es un lugar peligroso. Por la noche, dicen, puedes ver los espíritus de estas bestias competir entre ellos. Feliz Halloween a todos.
Fuente: Street Legal TV
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