Ponemos rumbo dirección a la sierra de Madrid tomando carreteras que nos llevarán hasta tramos tan míticos como Arrebatacapas o el Puerto de la Cruz Verde. Antes, el entramado de vías locales con rectas más o menos largas y con una circulación concurrida pero fluida, permite comprobar que, desde las 6.200 rpm, un pisotón al acelerador permite coger velocidad o adelantar sin problema alguno. El motor bóxer tiene una respuesta rápida desde la zona media-alta pero es entre las 6.400 y 6.600 vueltas cuando entrega todo su par (205 Nm).
También probamos lo contrario: circulando a una velocidad con un régimen próximo a las 3.000, hundir el pie en el pedal derecho tiene una respuesta eternamente larga. Confirmado: es un coche con un motor para jugar con él en altas y llevarlo en bajas para larga distancia, nunca al revés.
Comprobamos la sonoridad del motor, de tipo bóxer como hemos dicho antes y con dos litros de cubicaje, jamás hubiera pensado lo bien que podría sonar este atmosférico desde el habitáculo. Tiene un bramido propio de deportivos encumbrados, ruge y, a partir de las mágicas 6.400 vueltas se convierte en el mejor copiloto. Ya de vuelta, retomamos carreteras de dos carriles por sentido, circulando a 120 y en 6ª marcha, en el interior solo se oye el contacto de los neumáticos rozando el asfalto: increíblemente silecioso y cómodo, muy adecuado para largas distancias. Para mí, es la banda sonora ideal: brama cuando el discurrir de curvas es continuo y se amansa por completo cuando más tiempo necesitas para cubrir centenares de kilómetros por insulsas y eternas rectas de autovías.
Llegamos a la zona revirada y allí, un sinfín de movimientos de volante nos transmiten las primeras impresiones: este coche lo acepta todo. Bajar de marcha antes de entrar en una de izquierdas, gas para buscar el agarre, toque de freno para atacar la siguiente y sentir el efecto lapa del puente trasero... Una y otra vez, una y otra vez. Y es que enlazar curvas con el BRZ puede llegar a ser adictivo.
Buscamos el límite del coche, horquilla de derechas la primera y la zaga es completamente segura, no se va, se clava al pavimento como un demonio. Nueva horquilla y, por mucho que se le provoque en la trazada, el coche va de cara, lo sientes y te hace sentir confiado a pesar de la brusquedad de la maniobra. Nuevo intento: está claro que con las ayudas electrónicas cualquiera puede disfrutar con este coche con una tranquilidad absoluta.
Con el control de estabilidad accionado, hay que ir extremadamente pasado o sin juicio para acabar asustándote. El agarre que transmite en general es muy bueno pero el del eje trasero es brutal, aún utilizando, como en esta prueba, los neumáticos de serie ( muy muy generalistas, sin ninguna orientación al uso si quiera deportivo) de una conocida marca francesa, en ningún momento se escapa de atrás, al contrario, da la sensación de que, según se suceden las curvas, el conocimiento mutuo permite aún seguir exprimiendo más.
El ajuste del chasis es exquisito gracias a una suspensión, cuyo ajuste delantero Subaru asegura diferente a la de su gemelo, el Toyota GT 86, al reparto de pesos (53:47) y a disponer el centro de gravedad extremadamente bajo. Es completamente neutro. Notas el movimiento, las inercias pero todas las fuerzas son equilibradas gracias al balance que llega a alcanzarse entre conductor y BRZ.
A esto hay que añadir la posición del conductor. Es realmente de carreras. Tan cercana al suelo pero con un dominio visual absoluto que te hace creer lo que no eres. Es una maravilla la conjunción entre comodidad, eficacia en el manejo de herramientas de la conducción, visión completa, una obra de arte cargada de pasión.
Respecto a la frenada, puedes ir muy muy rápido tanto que, cuando localizas en el horizonte la referencia para pisar el pedal central, el coche responderá sin problemas. Lo sorprendente es que ocurre aún montando unos frenos como si de una berlina popular se tratara, es decir, el equipo de frenado es muy eficaz aún prescindiendo, como se podría esperar para un vehículo así, de unos cuatro pistones en adelante.
Quizás le cueste unos cuantos toques premeditados para coger algo de temperatura, pero ese nivel de exigencia solo te ocurrirá cuando salgas un domingo de tramos o unas tandas en el circuito, en caso de circular a ritmo ordinario, no habrá problema alguno.
Para mí gusto, el tacto del pedal es duro, y con muy poco recorrido, no es sensible al toque de la suela por lo que hay que cogerle el punto exacto si quieres conocer con precisión cómo y cuánta presión debes ejercer para frenar lo justo.
Hasta aquí, la segunda y penúltima entrega de la prueba del Subaru BRZ. Mañana tendréis disponible la tercera y ultima publicación sobre este nuevo icono automovolístico. Manteneos atentos.
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