Llegar a la estación de tren de Gare en la ciudad de Mans ya pone los pelos de punta. Bajar del tren y ver en el andén oleadas de fans atabiados con todo tipo de material de todos y cada uno de los grandes pero también de pequeños equipos que participan (usando el presente como referencia a un tiempo pasado, actual o futuro) es acogedora, te sientes entre amigos que hablan cualquier idioma menos el tuyo pero que te miran y ven que eres uno de los suyos.
Aunque ésta era mi segundo Le Mans no deja de ponerme la piel de gallina llegar al tranvía y ver la ciudad engalanada de carteles y banderas con un único eslogan: 24.
Una vez te bajas en Guetteloup - Pôle Santé y pones rumbo a la entrada al circuito por la mítica curva Tertre Rouge, curiosamente, la última vez que salí del circuito permanente de vuelta de la edición de 2012, me despedí de este trazado por la misma zona que el sábado 14 a las 11 am, te sientes como el vuelve a casa tras un largo periplo por el mundo.
El ambiente era brutal, el año pasado se sobrepasaron los 230.000 espectadores y este año se esperaban más y no es para menos ya que, el dominio de Audi, ganador en las últimas ediciones, parecía verse amenazado por el ya establecido equipo Toyota que venía mojándoles la oreja en las dos carreras previas del Mundial de Resistencia o WEC pero el verdadero foco de atención era la vuelta de la marca que hizo de Le Mans un mito y al revés: Porsche.
Las banderas, las camisetas, las gorras... los colores de épocas gloriosas para la marca de Sttutgart eran un contínuo.
Pero la otra marca de la que más equipaciones se veía era la de la japonesa. Un sinfín de europeos apoyaban a los nipones mientras que grupos pequeños pero ruidosos y de la misma nacionalidad que el propio coche al que apoyaban eran los estadounidenses que apoyaban a los brutales Corvette, hacia los cuales también centrábamos nuestro apoyo ya que "nuestro" Antonio García volvía a repetir dorsal en uno de los nuevos C7.R.
También Lucas Ordóñez repetía el reto de participar en la prueba de resistencia por excelencia pero con un nuevo proyecto basado en el híbrido de Nissan para esta ocasión, el Zeod RC.
Volviendo a las marcas que optaban a la victoria, Audi llamaba de urgencia a su piloto reserva, el español Marc Gené para sustituir al francés Loïc Duval el cual sufrió un brutal accidente con su R18 e-tron quattro en la jornada de entrenamientos libres del miércoles pasado.
Ya en la grada principal desde antes del medio día para coger un buen sitio en la salida, situado frente al box número 1 de Audi, la espera no se hace larga desde el momento en que la parrilla empieza a coger forma con el procedimiento tradicional: salen uno a uno los equipos empujando sus coches hasta la plaza que según la clasificación obtuvieron.
Además, un sinfín de VIPS entre los cuales actores, políticos, deportistas... se confunden entre infinidad de personas tomando fotos de estas especialísimas máquinas.
Es entonces cuando empiezan las entrevistas: Jean Todt, presidente de la FIA, Fernando Alonso, piloto de la Scuderia Ferrari quien este año daría el banderazo de salida, y sobre todo uno de los pilotos que asociamos a Le Mans cuando pensamos en gestas épicas: Jacky Ickx. El belga, que también fue director de carrera de la prueba durante años, es quien más y mejor puede explicar al público que allí nos concentramos qué podemos esperar de la de este año, sin duda un duelo a tres bandas por defender por un lado, el dominio que los últimos lustros viene consiguiendo Audi, por otro, la remontada de Toyota quien quiere lograr ya su victoria en esta nueva época en resistencia y Porsche, el rey que perdió su corona y que para ello hará lo que sea este año por mucha ventaja que las dos anteriores marcas le lleven respecto de la época más reciente de esta carrera.
La parrilla se forma, se libera el asfalto de todo aquel que no sea un piloto o el director de carrera y se da la bandera verde que conformará la vuelta de formación, unos eternos minutos que con la sintonía que año a año nos pone el vello de punta y que en el circuito logra hacer que todo el mundo se mantenga en silencio hasta que llegando por la chicane Ford se ven las luces de los primeros LMP1 y es entonces cuando cruzan la recta de meta cuando todos estallamos en un júbilo imposible de describir.
Van sumándose las primeras vueltas y los adelantamientos hacen que el público no se mueva salvo que caiga uno de los habituales chaparrones como así ocurrió cuando no llevábamos una decena de vueltas y nos veamos obligados a buscar cobijo donde se pueda.
La tarde empieza a caer y nos dirigimos a otro punto obligatorio donde ver la carrera, las "eses" de antes de Tertre Rouge desde donde veremos la bajada por el puente Dunlop. Otra fotografía obligatoria que quien acude ha de guardar para siempre en su mente.
La noche llega y con él otro de los momentos más especiales del evento: la cena. En nuestro caso una barbacoa entre amigos en el camping, sin duda la opción más recomendable para pasar la noche. Da igual si en caravana, en tienda o incluso en el propio coche el ambiente del camping ha de vivirse.
Hacer fuego y poner en las brasas la carne, comerse unos buenos chorizos, chuletas, acompañadas de unas buenas cervezas teniendo como fondo Radio Le Mans y el zumbido continuo e incluso los destellos en el cielo de las nuevas luces de los coches participantes (cada año más potentes) rodeado de esos compañeros de carreras que sienten y disfrutan como tú de la misma afición (o vicio) es algo difícilmente superable en cualquier otra carrera.
Con el estomago lleno el siguiente punto será la curva de Arnage. Impresionante ver la llegada de esos "OVNIS" volando a ras de suelo, frenando, metiéndose en el interior de la curva de derechas cuando por el exterior ya hay otro bólido que juntos iluminan la noche tan fugaz como intensamente.
El silencio es sobrecogedor. Solo el bramido de los Corvette es capaz de meter miedo aún así, todo el público allí situado siente lo mismo: respeto, admiración y devoción. Respeto y admiración por quienes se juegan, literalmente la vida, dentro de esos coches, retando al cansancio, a la oscuridad, a los despistes... devoción porque Le Mans son 24 horas y exige estar casi tantas horas pendientes que el esfuerzo por no caer en el sueño necesita esos "chutes" de carburante en forma de adrenalina que provocan las trazadas imposibles que allí vemos.
No conozco otra sensación en las carreras igual que despertarse con el sonido de los Corvette C7.R a modo de despertador. Por eso dormir en el camping es obligatorio para vivir Le Mans.
La sorpresa llega con los primeros rayos de sol que hacen que sientas el calor de los motores: el Toyota #7 ha abandonado por problemas eléctricos, lidera el Audi de Marc Gené y solo Porsche puede evitar una nueva victoria de su marca hermana. Aún así, desayunamos un asqueroso café "de calcetín" con un croissant que mucho deja que desear frente a los que venden en las boulangerie (panaderías) de la propia localidad de Mans, altamente recomendable visitar si se quiere disfrutar de una bollería exquisita.
Volviendo a la esencia de Le Mans, la combinación de tiendas de campaña en el camping y los superdeportivos de sus dueños es cuanto menos curiosa: tiendas levantadas junto Porsche 911 de cualquiera de las generaciones, Turbo, atmosféricos, RS, GT3, GT2... o Ferrari de todo tipo, Audi R8, RS4 abant, Lotus que te hacen plantear dónde meten todo el equipaje, incluso este año un antiquísimo Jaguar E-Type y F-Type compartiendo una parcela de hierba con una distancia en el tiempo de décadas todo ello convive en pocos kilómetros cuadrados, algo que solo se puede ver en la zona de acampada. Banderas danesas, españolas, inglesas, australianas... Le Mans es un crisol de nacionalidades movido por un único sentimiento: la pasión por las carreras.
Necesaria ducha y de nuevo a ver la acción en pista.
Vamos a dividir la parte final de la carrera en dos partes: la primera junto a la grada de la chicane Ford y más adelante nos dirigiremos a las curvas Porsche para desde ahí irnos al camping a coger el coche y salir cuanto antes, ya que una salida en grupo te puede hacer estar hasta tres horas atascado intentando salir de uno de los parkings.
El Sol está presente pero las nubes y el viento refrescan el ambiente, tanto que la situación en pista hace que baje la temperatura de la afición que se enfría cuando, tras el último relevo, el Porsche 20 sufre problemas y tiene que entrar en los box perdiendo toda opción de victoria.
Audi está muy cerca de lograr doblete, solo el Toyota #8 tiene opción de podio. Esto es Le Mans, quedan aún unas horas pero todo indica que nadie va a hacer que el Dr. Ullrich (y no, no es el médico del equipo) se suba junto a tres de sus pilotos a recoger un nuevo título...
Tanto es así que la gente empieza a marchar, se ven caras largas. Muchos creíamos que este año la victoria no recaería de nuevo en Audi, al menos Toyota así parecía e incluso los buenos resultados de Porsche, aún a pesar de su "juventud" nos había devuelto la esperanza de romper la hegemonía... todo indica que no.
El desfile de gente es proporcional al de vehículos: coches, motos, bicicletas... jets privados y helicópteros porque detrás de la grada principal hay un pequeño aeropuerto cuya intensidad está directamente relacionada con la del circuito y multitud de pequeños aviones parten sin cesar.
Las curvas Porsche serán nuestro último emplazamiento, allí veremos las últimas horas hasta que al final el banderazo a cuadros recae en primera instancia en el Audi #2 de Benoit Treluyer, André Lotterer y Marcel Fassler gana en Le Mans escudados por el otro LMP1 de Audi con el dorsal #1 (aquel que estuvo cerca de no salir por el accidente) que ha tenido a los mandos al eterno Tom Kristensen, al español Marc Gené y a Lucas di Grassi y que se verá seguido por el único de los rivales reales que optaba a la victoria hacía algo menos de 24 horas atrás, el Toyota #8 del trío Buemi, Lapierre y Davidson.
Invasión de pista y gran parte de los espectadores corren bajo el podio, el confeti salta y las lágrimas se desbordan tanto en los miembros de los equipos que lloran por el puesto conseguido o la oportunidad perdida, por la afición que ve que acaba una nueva edición, la 82ª para ser concretos, pero es momento de reponerse del fin de la prueba automovilística más importante del año, es momento de recoger y poner ya las miras en la de 2015, ya que quien va a Le Mans, vuelve a Le Mans.
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